Todos los niños en edad preescolar (3-5 años), con independencia de si manifiestan o no signos de alteraciones visuales, necesitan una primera consulta oftalmológica. Porque, aparte de confirmar la integridad anatómica de sus ojos, permite descartar defectos funcionales en uno de los dos ojos, que ni el niño ni los padres detectan y que producen “ojo vago”.
Cuando solo un ojo funciona bien, el cerebro del niño establece una preferencia por ese ojo y “se olvida” del otro, cuya capacidad visual se queda reducida para siempre. El niño no refiere molestias ya que nunca tuvo la oportunidad de saber cómo es tener ambos ojos funcionales, y por lo tanto los padres tampoco se dan cuenta de la situación.
Si esto se descubre en edades tempranas estamos a tiempo para recuperarlo mediante rehabilitación con gafas, oclusiones del ojo bueno, etc. Si por lo contrario el defecto se descubre tarde (después de los 7-8 años), la recuperación es muy incompleta y a veces imposible porque el proceso de maduración de las vías ópticas cerebrales se ha completado y el cerebro ya ha fijado para siempre el modo en el que usa cada uno de los ojos.
¿Y no puedo llevarlo simplemente a la óptica?
No, porque el óptico es un profesional cualificado en su campo, pero no tiene los medios para realizar un diagnóstico médico, que entre otras cosas supone dilatar las pupilas del niño para ver el fondo de ojos y determinar su graduación.
Resumiendo: una consulta oftalmológica de 20 minutos entorno a los 4 años puede salvar para toda la vida la visión de un ojo del que nadie sospecha que no ve.
